Por más vueltas que mi cabeza le daba, por más veces que lo
pensaba, por más veces que lo intentaba una y otra vez juré que no era amor eso
que sentía.
Contuve las lágrimas una y otra vez, mi alma se convirtió en
un inmenso mar. Me inundaba en mi propio vaso, lo colmé y solo me sirvió para
ahogarme.
No sabría contar cuantos momentos verdaderos viví, no sabría
diferenciar entre la parte positiva y negativa, ya que todo lo malo lo convertíamos
en bueno. Intenté que cada momento fuera único. Tampoco podría hablar del dolor
que dejaba su aroma en mí, después de cada final me amarraba al olor que se
impregnaba en mi ropa tras estar por su cama o el olor que dejaba en mis
sabanas.
A veces creía que las piernas me temblaban por miedo, pero
no era miedo. Las piernas me temblaban porque este amor no tenía freno. Di mi
máximo para recoger lo mínimo y esto no podía seguir así. Volvía a jurar con mi
puño ensangrentado que no se trataba de amor, que no podía enamorarme así, que
todo era mentira. Intentaba aferrarme a una mentira que no me creía ni yo.
Vivía en un mundo extraño, un mundo de sueños. Porque la
única verdad que vivía era la de mis sueños, sí, todo lo vivía en sueños. Cada
noche empezaba mi fantasía, empezaba mi fantasía de enamorarme, de vivir, de
ser feliz…Mi historia empezaba en el final del día y terminaba en el comienzo
de la mañana. Por eso juraba y perjuraba que no era amor, que ese sentimiento
debía desaparecer de mi interior.
Una noche más apareces en mis pensamientos, en mis sueños.
Una noche más me inundo en un mar de lágrimas pensando que te tengo, pero no te
toco. Todo se resume en amor platónico, quizás sí o quizás no.
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