Todo cambia, todo cambia en un abrir y cerrar de ojos. Pasa el
tiempo, un tiempo irrecuperable y cuando nos queremos dar cuenta de que es lo
que hemos hecho, no lo sabemos.
Nos preguntamos si
hemos estado perdiendo el tiempo, si hemos estado en un tira y afloja, si hemos
sentido de verdad, o sencillamente pensamos que quizás somos un poco estúpidos por
no aprovechar la situación, la ocasión, por miedo a perder todo lo que ya
tenemos. Entonces hacemos balance, imaginamos las cosas positivas y las cosas
negativas de haber intentado arriesgar y te das cuenta de que lo positivo
siempre gana a lo negativo que arriesgarse siempre es la mejor opción.
Ojalá fuéramos de esos que se atreven con todo, de esos que
no les importa nada, de los que lo darían todo, de los que se arriesgan a vivir
el minuto más interminable de su vida al hacer una pregunta y esperar la
respuesta que cambiaría su vida por completo. Porque ¿Y lo bonito que es
arriesgarse y que salga bien? Qué bonito es disfrutar de todos los planes que
tienes en tu cabeza con la otra persona, que bonito sería todo. En ocasiones
simplemente hay que limpiarse las lágrimas de la cara, levantarte, echarle huevos
al asunto y arriesgarlo todo.
Porque, ojalá fuéramos de esos, de esos que se atreven con
todo sin importar el resultado.
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