Hay días que te quiebran la cintura, que te superan. Se van deshaciendo entre tus dedos y aunque ves que pasan, dejan un recuerdo sobre tu piel, manchada.
Supongo que por pura idealización me acuerdo de ti estos días, me dan ganas de llamarte y contarte lo que me pasa, lo que hace que se me desajuste el ritmo.
Pero no puedo hacerlo.
Y me recreo en mis recuerdos para reconstruirte y contártelo aunque no me escuches. Quemé las fotos y ahora te voy recreando y buscando por donde se me ocurre.
Supongo que en el fondo no me lamento de estar así, ni de desearte, aun tanto. Es algo que decidí yo, y ahora me pasa factura.
Este texto es sencillo, simple, sin giros, a veces sin sentido, pero quizá en su simpleza se esconda alguna esencia, que hasta a mi se me escapa.
Comenzando una aventura, viviendo un sueño. Intento de blog de amor, pero a estas alturas todo vale.
martes, 30 de julio de 2013
Esa mañana.
Saliste tan deprisa esa mañana, dejaste tantas cosas importantes olvidadas...
Las fui recogiendo una a una por si un día decides regresar.
Algunas las atesore en el relicario de mi corazón.
Tome con cuidado las dos lágrimas, esas que se escaparon de tus
ojos, el día que nos fundimos en cuerpo y alma. Colgué tu
sonrisa a la entrada de la casa, con ella quiero iluminar mis días de nostalgia.
Olvidaste también tu mirada de niño sorprendido, mirando la luna, las estrellas y el rosal amarillo cuando era acariciado por mariposas multicolores.
También encontré varias piedras, esas no quise conservarlas, las lleve hasta el río y deje que se durmieran mansas.
Aún no te he contado donde encontré tus pertenencias, fue en el camino de piedra, el que custodian los álamos. Fue justo esta mañana…
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